enseñar para qué


ENSEÑAR PARA QUÉ
Desde que los griegos de los siglos V y IV aC activaran su paideia (su educación para los que han de ser ciudadanos), y seguramente desde antes y en otros lugares a los que nuestra ciencia de la Historia no ha llegado, ha resultado socialmente conveniente que los que saben más, porque han acumulado más experiencias y han tenido más tiempo para reflexionar sobre ellas, se sitúen frente (o entre: mayéutica) los que tienen menos conocimientos, y hagan por poner a disposición de la sociedad tales conocimientos basados en esas experiencias y reflexiones. Eso ha sido y es enseñanza, educación, pedagogía, magisterio, docencia... Es una técnica (tekné), no es una ciencia (episteme). No va buscando la comprensión tanto como la acción y el aprovechamiento de unos recursos, en este caso los recursos y los capitales humanos. Hay desde entonces, desde los antiguos griegos, un debate sobre la justificación de aquella paideia: Enseñar, educar, impartir docencia... para qué. Responder de una forma o de otra define la pedagogía de la que se trate en cada caso. El que lleva este blog, profesor en activo de Secundaria, tiene el convencimiento de que lo suyo (lo mío) es enseñar para no resignarnos a este estado de cosas que nos anonada como personas humanas que somos. No es la razón la que gobierna el mundo. Y la enseñanza debería allanar el camino para que esto acabara sucediendo algún día en alguna parte, empezando, tal vez, por el mundo que nos pille más cerca.

jueves, 26 de febrero de 2009

La Educación para la Ciudadanía en sus propios términos. Segunda toma.

Cardenales, prelados, obispos, párrocos, sedicentes 'cristianos de base', defensores de la familia única y española, partidarios del antievolucionista diseño inteligente, y no se sabe cuánta santa gente más, ávidas todas ellas de vida eterna, e inquisidoras de las múltiples desviaciones morales propias del mundo moderno se manifiestan como auténticos especialistas en el tema de la Educación para la Ciudadanía. Nunca se había dado una avalancha tal de intrusismo en una práctica docente. De golpe y porrazo parece como si aquí medio país se hubiera dado a la reflexión sobre temas interesantes a la práctica docente en general, y sobre 'educación en valores' en particular. Y entonces todos entienden y todos se explican estupendamente (estupendamente mal). Pero cualquiera que tenga un poco de ojo crítico sabe que en el fondo de tanta invectiva no hay más que el intento de la rancia derechona de siempre, la que viene de Covadonga, coaligada con la conferencia episcopeal de degastar al Gobierno que ha impulsado la Ley Orgánica de Educación, el gobierno del PSOE. Mientras tanto los profesores que la imparten y los alumnos que se benefician académicamente de esta impartición están más callados que en misa (es un decir), trabajando unos contenidos y haciendo por enterarse de los fundamentos de esta práctica: la práctica de la ciudadanía. "¿Os parece que os estoy yo adoctrinando en el espíritu de un catecismo socialista?" Les pregunté el otro día a los chavales de un grupo de 4º de ESO en una clase de Educación Ético Cívica. No me respondieron, claro: No sabían de qué puñetas les estaba hablando.
Claro que no lo sabían. Pero es que yo, que soy profe 'de la materia', tampoco lo sé.Y es que son muchas las sandeces que se dicen y escriben sobre esta disciplina: que si adoctrinamiento, que si ideologización, que si práctica contraria al derecho que asiste a los padres a educar a sus hijos en unos valores, que si catecismo socialista, que si propaganda de la 'ideología de género', que si propaganda abortista, que si... que si pitos y que si flautas. No van bien, no van bien: no es por ahí por donde un cristiano ha de enfocar su postura ante la educación en valores que el Estado tiene la obligación de impartir, y que el Estado imparte de hecho, aunque pueda no creerse en la obligación de hacerlo. Porque ser ciudadano sólo se sostiene desde una práctica que en primera instancia ha de ser educacional. Definitivamente no váis bien benignos, roucos, cañizares, y demás oscurantistas personas. Todavía, al parecer, os queda por recorrer un largo trecho para saber moveros en un régimen que no imponga vuestras santísimas ideologías como normas de obligado cumplimiento. Pero no os queda otra. A ver si os vais enterando, que ya va siendo hora.

Por cierto que aquel que quiera hablar con propiedad sobre esta materia lo que tiene que hacer es dejarse de benignas zarandajas y leerse y trabajarse directamente el Decreto por el que se aprueba la LOE en mayo de 2006 [BOE nº 5 de 5 enero 2007-RD 1631/2006] y es allí donde encontrará los contenidos y las finalidades educativas que informan curricularmente a esta materia desde 3º de ESO hasta 1º de Bachillerato. Con el siguiente escrito pretendo facilitarles un poco esta tarea a quienes estén por la labor de enterarse de qué va la EpC. Lo escribo, pues, a título de introducción.

Va pues.


La Educación para la ciudadanía en sus propios términos.

 
Seguramente en los anales de los debates mediático-políticos desde que Castelar pronunció en 1870 en el Salón del Congreso su discurso contra la esclavitud no se encontrarán muchos precedentes de alguno en el que como en este de la EpC se hayan manifestado tantísima gente cuya competencia en la materia de la que se trata sea tan manifiestamente escasa o nula. Han hablado y han sentenciado sobre el tema, además de la ‘clase política y periodística’ y de los jueces y magistrados a los que les compete el asunto toda clase de personal subsidiario y cercano o proclive a los planteamientos de la derechona episcopaliano-católica española, que, en vista del amedrentamiento de las autoridades civiles, cada vez se siente más fuerte y más pletórica ante este enemigo felón, ateo y antiespañol: el tremendo leviatán cuyo cuerpo está constituido por todos aquellos que estiman que la EpC, en realidad, no es especialmente nociva para nuestros jóvenes y por todos aquellos que estimamos que la susodicha EpC no es más que una materia timoratamente regulada por unas autoridades que, al fin y al cabo y después de lo que estamos viendo y oyendo, no parece que hayan hecho muy mal en introducirla en el currículo. Porque está claro que hacía falta: educación, y educación para la ciudadanía. Aunque me parece que a muchos mayores con pinta de personas sensatas y responsables les haría más falta esa educación que a muchos de los alumnos de ESO y bachillerato a los que va dirigida.
Con ánimo de despejar un tanto el debate y referirlo a sus términos el profesor de Filosofía y de Ciudadanía que firma este escrito ofrece a la pública consideración los siguientes extremos que, a lo mejor, pudieran resultarles interesantes a aquellos alumnos, padres, tutores y educadores (docentes y no docentes) que estamos en la tarea. Y también a todos estos espontáneos que un tanto irresponsablemente se lanzan al ruedo a soltar aleluyas al son de la mortificante guitarra de Kiko Argüello.
No es del todo cierto, como ha sostenido recientemente el Sr. Delegado de Educación de la Provincia de Málaga, que esta asignatura se imparta actualmente ‘sólo para alumnos de 3º de ESO (15 años) durante una hora a la semana’ y que en Andalucía la cursan unos cien mil alumnos. Es más cierto que la asignatura ‘Educación para la Ciudadanía’ no la está cursando ningún alumno, ya que no existe como tal. La Educación para la Ciudadanía es más bien una materia educativa que se desglosa curricularmente en tres asignaturas distintas y complementarias, a saber, la Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos (3º de ESO: una hora semanal), la Educación Ético Cívica (4º de ESO: dos horas semanales), y la Filosofía y Ciudadanía (1º de Bachillerato: tres horas semanales). Dándose además la circunstancia de que este curso se están impartiendo, y por primera vez, las tres asignaturas, ya que el desarrollo del nuevo Bachillerato que se ha iniciado este curso hará posible que se contemple en las programaciones didácticas de los Centros por vez primera todo el tramo curricular correspondiente a tal materia (la famosa EpC).
No es cierto en absoluto que esta asignatura sirva (en realidad no sirve a nadie, como escribió el almo Deleuze sobre el qué de la Filosofía) para rechazar la homofobia o los prejuicios anticientíficos que algunos sostienen ante los avances de la ciencia biomédica, como también sostuvo el Sr. Delegado en un medio de la provincia el pasado 3 de febrero, apoyándose en unos insufribles microrrelatos ejemplares (SUR, 3 de febrero, Tribuna abierta: “Educar para la vida”). Esta asignatura, como todas las que componen el currículo en la ESO y el Bachillerato tiene unos objetivos, unos contenidos educacionales, y hasta unos criterios de evaluación establecidos por decreto, y en éstos no se establecen servidumbres tales (ver pp. 715-721 del BOE nº 5 de 5 enero 2007 en las que se publica oficialmente el RD 1631/2006, por el que se establecen las enseñanzas mínimas correspondientes a la Educación Secundaria Obligatoria, y especialmente la p. 718 en la que figuran los objetivos y contenidos de las materias Educación para la ciudadanía y los derechos humanos y la Educación Ético-cívica en Secundaria obligatoria). Serán, en todo caso, la interpretación de los apartados de este decreto en lo que toca a la EpC por parte de los programadores educativos de los centros (los departamentos didácticos), de los redactores que trabajan para las editoriales y, en última instancia, de los profesores que imparten las distintas asignaturas de EpC las que podrían interesar o no a estos ‘tremendos’ temas de la homosexualidad, la diversidad familiar, la despenalización del aborto, el uso del preservativo o la eticidad de los trabajos biomédicos que tanto preocupan a los que le preocupan estos temas, y que en todo caso no son —no lo han de ser— los propios de la materia. Sí lo son los contenidos y objetivos o finalidades educativas a los que antes aludimos y que cualquiera puede analizar y considerar abriendo el BOE por las páginas antes señaladas. En ellas quien quiera informarse sobre estos contenidos sin hacer extrañas cábalas se encontrará con otra líneas temáticas bien distintas como lo son las que tocan el respeto a los principios democráticos de convivencia, la iniciación a la práctica del diálogo, la tolerancia ante distintas formas de concebir la vida, la dimensión moral de la amistad, la diversidad del hecho familiar, la Constitución y los valores que la soportan, las distintas definiciones de democracia, el principio de la no-violencia, el del no-sexismo, la promoción de las buenas maneras cívicas y la educación vial, el conocimiento exhaustivo de los Derechos Humanos y de los organismos nacionales e internacionales que los promueven, los fundamentos históricos y filosóficos de la ética cívica…).
No es verdad, por último, que los padres tengan un derecho absoluto de educar a sus hijos como mejor les pete, ni tampoco que la Constitución sancione tal derecho. El derecho de los padres a educar a sus hijos de una forma o de otra, y de inculcarles unos valores u otros es más relativo que absoluto, y el fundamento de esa relatividad es que hay valores (antivalores) que nadie puede hacer por valer en una sociedad democrática. Por ejemplo, aquí, en los países de España, ningún padre puede inculcar en sus hijos antivalores afectos al racismo, la violencia sexista, la segregación social, la violencia contra los desclasados o los marginales, y otros antivalores. No señores, no pueden. Mejor dicho, no deben. Y la diferencia entre el poder y el deber, y la existencia de una instancia intermedia llamada ‘libertad’ y de otra llamada ‘ley’ sí que son temas y contenidos propios de una muy necesaria educación para la ciudadanía.

La educación para la Ciudadanía en sus propios términos. Primera toma.


El rechazo por los mediáticos medios de mi "respuesta al Sr. Delegado", y la suposición por mi parte de que tal vez tal rechazo se debiera al tono un tanto ácido de mi escrito (qué sé yo: a algún colega se lo ha parecido), o incluso a la extensión del mismo, me llevó a ensayar otro par de escritos en los que se tocaban dos temas interesantes para la EpC. En uno de ellos, titulado "Educación para la Ciudadanía, expectativas y compás de espera", me refiero a la tardanza en la publicación oficial de la Sentencia del Tribunal Supremo, que, se supone, desfavorable al supuesto (mal) derecho de objeción a esta materia. Y en él se incluye una serie de cuestiones técno-jurídicas que interesarían a posibles antecedentes y consecuentes relativos a la misma, y a ciertas suposiciones sobre la posible razón parcial (en un sentido favorable) que en el fallo habría sobre este supuesto (mal) derecho de objeción a la materia EpC . En el otro hacía -hago- una breve exposición de lo que esta materia es atendiendo a los contenidos y finalidades educativas expresados en el correspondiente Decreto (el de la promulgación de la LOE, en mayo del 2006). Considero que este último, titulado "La Educación para la Ciudadanía en sus propios términos" puede ser de utilidad sobre todos para aquellos que quieran enterarse de cuáles son los contenidos reales (tan reales como que están incluidos en un decreto Real) establecidos para el desarrollo de la materia de Educación para la Ciudadanía.

Van pues.

Educación para la ciudadanía. Expectativas y compás de espera.
 

El pasado 28 de enero dos sentencias interesantes para el futuro de la ya bastante famosa Educación para la Ciudadanía (EpC) llegaron al conocimiento público por distintas vías. Una de ellas fue la del Pleno de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo (TS), la cual habría establecido por 22 votos a favor y 7 en contra que no les asiste derecho a aquellos padres que han decidido hacer de sus hijos objetores de conciencia frente a la impartición en los centros de enseñanza de las tres asignaturas que conforman curricularmente el desarrollo de esta materia. La otra sentencia se pudo conocer por la vía regular al hacerse público el fallo de la Sección Tercera de la Sala de lo Contencioso-administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) según el cual una familia granadina denunciante de la EpC y reclamante del derecho a objetar la impartición de la asignatura sí que estaría asistida por este derecho de objeción, siendo esta última la segunda sentencia emitida en este mismo sentido por esta institución. La coincidencia de la fecha en la que se conocieron estas dos sentencias más diferentes que distintas es un hecho que hay que procurar valorar en su justa medida, ya que ambas están sancionando un derecho cuyo fundamento habría que rastrear en la Constitución —un derecho fundamental, pues—, ya que los denunciantes y reclamantes esgrimen y presentan como soporte de sus denuncias y de su reclamación el tenor del artículo 27-3 de la Constitución relativo a la libertad ideológica y religiosa, y según el cual “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones” . La existencia de distintos fallos anteriores en Asturias (tres fallos en contra del reconocimiento de este supuesto derecho de objeción) y en Andalucía (dos a favor) hace necesario el fallo de casación del TS que, una vez hecho público por la vía administrativa regular, será referente obligado y superior para todos los fallos habidos y por haber sobre esta misma materia, ya que establece una jurisprudencia que ha de ser unificadora por su rango. Lo que muchos observadores y expertos en materia judicial no alcanzan a comprender bien es cómo es posible el TSJA se determine a emitir un fallo sobre una causa que, en el momento de darlo a conocer, estaba siendo vista por el TS. Desde el punto de vista de lo legal no parece que exista ningún impedimento para la producción de tales fallos impacientes, pero desde el punto de vista deontológico la postura de estos magistrados sí que puede ser puesta en cuestión, ya que están fallando sobre una materia que está siendo resuelta por una instancia superior. Los ecos de la ‘santa impaciencia’ y la ‘santa intransigencia’ que predicaba el fundador del Opus Dei resuenan en el tenor de estos fallos favorables a la insumisión civil contra esta materia escolar tan duramente castigada y por tanta gente y tanto medio ajenos a la docencia.
El Sr. Delegado Provincial de la Consejería de Educación de nuestra Junta, don Antonio M. Escámez, afirmaba no hace mucho en un medio de la provincia que esta sentencia, que aún sigue desconocida en sus términos, viene a establecer una “normalización democrática y una seguridad y garantía jurídica para el desarrollo de esa hora docente”, en equivocada referencia a la hora que según él corresponde al actual tramo curricular relativo a esta materia (el tramo no es de una hora a la semana, sino de seis, y las asignaturas implicadas son tres, y no una, como él parece creer). Sin embargo el hecho de que aún no se conozcan los términos precisos de la Sentencia —y me resulta preocupante que sigan sin conocerse—, así como el anuncio por parte de los pro-objetores de que van seguir reclamando este supuesto derecho ante el Tribunal Constitucional y El Tribunal Europeo de Derecho Humanos, así como la realidad constatable de que este supuesto derecho se ha ejercido y se sigue ejerciendo en los centros antes de su correspondiente sanción y reconocimiento no me parece que puedan constituir motivos que justifiquen esta contentura que expresaba recientemente nuestro máximo escolarca provincial. Mucho me temo que estamos en un lío que aún está lejos de desliarse. Pero lo peor de todo esto es que un contingente de alumnos que nada tienen que ver con la obcecación de algunos medios partidariamente interesados van a ser los perjudicados. De hecho esta presión a la que les están sometiendo estos medios partidarios, mediáticos, judiciales y confesionales no puede por menos que estar perjudicando su formación como personas y como ciudadanos. Pero, por lo visto, de eso se trata: de que no se enteren de que son ciudadanos y de que hay una ética que es superior a todas las demás, porque es desinteresada y busca un bien sin premios ni en esta vida ni en la otra: la ética civil (la que debe informar la materia Educación para la Ciudadanía).
Y vuelvo a insistir en que sería conveniente conocer cuanto antes los términos en los que se expresa el pronunciamiento del TS. Más que nada para tomar posiciones, y ver qué puede hacerse con estos jóvenes perjudicados por tanta intolerancia confesional que aún campea en España tantos años después de la tardía abolición del Tribunal de la Santa Inquisición. Por cierto que esta ominosa y católica institución fue definitivamente abolida en España en 1834, cuando ya no era sino una lejana pesadilla en la memoria histórica de los demás estados europeos que la sufrieron. Como tantas otras cosas en España se hizo tarde y mal, o tarde y tarde, que para el caso es lo mismo (“De todas las historias de la historia / la más triste sin duda …”). Tardanza ésta que podría explicar que el ánimo inquisitorial aún perviva en nuestros sufridos pagos y se manifieste de vez en cuando con un consentido fervor. Y es ese consentimiento el contrafuerte de este rigor legicida y manifiestamente antidemocrático que está exhibiendo la oposición católica y ‘popular’ a la EpC. Mas si se repasa nuestra historia más reciente tampoco habría por qué extrañarse de esto. Recuérdese que el Concordato de 1953 entre el Estado franquista y el Vaticano-Santa Sede nunca fue derogado, sino sustituido en 1979 por cuatro acuerdos entre el Estado español y el Vaticano, en uno de los cuales se establecen las competencias de la Iglesia Católica en materia de “enseñanza y cultura” bajo la influencia y el peso del artículo 16-3 de la Constitución en el que la Iglesia Católica es tratada singularmente. Hubo entonces, en el ínterin constituyente que se cerró en diciembre de 1978, la oportunidad de constituir un Estado verdaderamente soberano y, por tanto, integralmente aconfesional que pusiera a las iglesias en el único sitio que pueden tener en las sociedades democráticas: en el ámbito de la intimidad de los ciudadanos. Pero esa oportunidad se perdió, o la perdieron, o la perdimos.
El triste y anacrónico espectáculo de sumisión y amedrentamiento de las autoridades civiles del Estado español ante las jerarquías eclesiásticas católicas que casi a diario observamos, y uno de cuyos últimos lances sería el de las manifestaciones mediáticas y callejeras de la rancia clerecía hispana y sus corifeos del pepé alentando a la insumisión civil frente a esta materia educacional me hace temer que la próxima oportunidad está lejana, porque está claro que se sienten fuertes y que así los ven quienes que tendrían que pararle la procesión. Esperemos, en todo caso, que los que puedan tener tal hipotética chance la sepan aprovechar. Porque este estado de cosas es lamentable, y los perjuicios y lesiones que están ocasionando estos intransigentes y, por lo que se está viendo, muy poderosos herederos de la Santa Inquisición son más que notables.


(el escrito "La Educación para la ciudadnía en sus propios términos" en otra página de este blog).

lunes, 23 de febrero de 2009

PRESENTACIÓN (actualizada en noviembre de 2012)



NADIE SE LLAME A ENGAÑO: Esta página de inicio fue redactada, en su origen, en febrero de 2009. Un año después de la primera entrega de la Orden por la que se intentó regular el por tantos medios repugnado Programa de Calidad y Mejora de los Rendimientos Escolares en los Centros Públicos, un año antes de la desgraciada desaparición del maestro de pedagogos, que lo fue, José Manuel Esteve Zarazaga, y un año antes de los dos Decretos autonómicos cercenadores de la autonomía y la democracia interna en los Centros de Enseñanza andaluces (los Decretos 327 y 328 por los que se aprobaron los Reglamentos Orgánicos de los Centros de enseñanza). Desde entonces hasta hoy han sucedido en materia de enseñanza y educación demasiadas cosas como para que estas ideas inicialmente sostenidas pudieran seguir siéndolo en los mismos términos con los que fueron dichas en su momento. Por esta razón junto a los ordinales que separan las partes de esta presentación hemos ido expresando la fecha en la que se han modificado tales apartados.
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revisado en noviembre de 2012
El motivo principal de esta bitácora no es otro que el de publicar todos los materiales sobre enseñanza, gestión y política educacional que el mantenedor de la misma -un servidor, ya me presentaré más adelante- ha ido mandando a diversos medios nacionales, regionales y locales, a lo largo de su carrera profesional (unos 31 años) y que no han sido publicados por los responsables de estos medios por motivos poco diversos: en la mayoría de los casos porque no se han calificado como 'tolerables' o 'convenientes' o 'bien formulados' o 'adecuados a nuestra línea editorial'. No he utilizado el calificativo "políticamente correctos", porque es un término que está muy sobado, y que me resulta molesto utilizar. Pero para muchos sería el término adecuado.
       Trabajo como profesor de Filosofía (y Ciudadanía) en el IES Ibn-Albaytar, en Benalmádena (Málaga). Llamadme Ismael. No, mejor, llamadme Enrique, que es como me llamo, Enrique A. C. Ésa es mi gracia. La gracia de uno que ya ve recortarse en el horizonte, como cuando vas para Algeciras, el Peñón... de la Jubilación. Antes no lo veía, sólo lo imaginaba. Pero ahora ya lo veo recortándose gracioso sobre el horizonte marino. A ver si llego, y lo dejo atrás, y sigo tras pasar el Estrecho, bordeando la costa, hasta llegar al saturnal Promontorium Sacrum... y más allá. Ese es mi deseo, al día de hoy.

El volumen de lo que he ido generando, y me han ido devolviendo-rechazando es ya considerable. Ahora bien, no pienso descargarlo en bruto así como está sin más. Preferiría que esto tuviera un cierto orden, que estuviera estructurado, que fuera una cosa curiosa de ver, y que resulte de provecho, sobre todo para los que estamos en este negocio de la enseñanza. Así que iré en los próximos días puliendo y anexando estos materiales inéditos. Se me ocurre que tal vez estuviera bien ir publicando desde adelante hacia atrás. Últimamente he mandado a diversos medios unos escritos en los que trato temas referentes a la cuestión de Educación para la Ciudadanía. Aunque el último es una intempestiva titulada 'contra pedagogos' que he mandado (febrero, 2009) a El País, y que no creo que me publiquen, porque, aunque tengo ya un curriculillo, que les he enviado, no ando yo muy sobrado de padrinos ni mentores, y para estas cosas son bastante necesarios. Y, además, me parece que, aunque me he contenido lo que he podido, no me he contenido del todo. ¿En qué? En el tono de mis críticas, que en algún momento pueden sonar un tanto dramáticas. Pero qué queréis que os diga, y qué quieren que les diga a ustedes, creo que muchas cosas relativas e interesantes al ejercicio de esta profesión, la de docente, están más que mal; que están peor e incluso mucho peor que cuando empecé a ejercer la profesión, y que, además, no me da la impresión de que vayan a mejorar en lo inmediato. Mas bien lo que pienso es lo contrario. ¡Malhaya!
A referirse, entre otras, a estas cuestiones dedicó una parte importante de su competencia investigadora y docente el pedagogo José Manuel Esteve Zarazaga, quien en un momento determinado de su carrera, tuvo a bien dedicarme su tiempo y de brindarme sus consejos y su aliento, ante una coyuntura profesional que entonces se me presentaba un tanto difícil. Su reciente, temprana e injusta pérdida -injusta porque era tan joven y tenía aún tanto que aportar, aunque lo aportado es desde luego mucho y de calidad- nos puede servir a unos pocos de acicate en nuestras convicciones, y de apoyo en nuestros empeños.
Una breve semblanza de J.M. Esteve en


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revisado en noviembre de 2012
Lo mismo no resulta oportuno decirlo y expresarlo así, pero creo que la democracia monárquico-parlamentaria que nos dimos en España en 1978, en materia de enseñanza, no ha conseguido fraguar una práctica estable y socialmente avanzada; se han sucedido demasiados intentos empezando por aquel que fraguó en una LODE/1985 tropezones, enmiendas, correcciones, contracorrecciones; demasiadas Leyes Orgánicas, Reformas y Contrarreformas, y demasiados e innecesarios añadidos autonómicos; y también hemos tenido que lamentar demasiados despropósitos y malversaciones de capitales y de talentos. Ésa es mi posición, y he invertido mi tiempo en presentarla y argumentarla. Con un discreto eco hasta el momento. Se han conseguido hemos conseguido cosas buenas, por supuesto. Incluso muy buenas. Por ejemplo que todo quisque, hasta los dieciséis, que es la edad legal para trabajar, tenga que ir a la escuela, obligatoriamente; que al menos se intente que la organización interna de los centros sea una corresponsabilidad para los miembros de las sociedades educativas que los integran, aunque de este propósito va quedando cada vez menos y menos...; que la Formación Profesional deje des ser un subproducto educativo; que las Comunidades Autónomas puedan ensayar sus propias particularidades curriculares... Pero, desgraciadamente, el peso de lo que no funciona es mucho mayor que lo que podría funcionar o funciona bien. El hecho de que 'fracaso' sea la palabra que más suena cuando se habla desde muy distintos foros de nuestro sistema educativo abona mi anterior aserto.Y si esto es así, efectivamente, lo será por algunas causas, que se podrán investigar. Que se están investigando de hecho. A este propósito he dedicado mi atención durante estos años en los que he sido de todo menos conserje o cargo extra-centros. Mis análisis y propuestas no han sido hasta el momento muy estimados por los mediáticos medios, incluidos los que se dedican a la pedagogía. Ni tampoco por los que han mandado y mandan (que saben de mí, por supuesto). Aunque tampoco puedo decir que hayan sido completamente ignorados. Vamos pues.


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Pero está Internet. Que es un invento. Ya lo creo que lo es. Así que gracias a este invento, que me parece realmente magnífico y que creo que aún no ha dado de sí todo lo que dará, iré sacando de las tinieblas de mis cajones y archivos cada uno de los inéditos, ineditados, e ineditables que estime oportuno (porque los encuentre interesantes para nuestra actualidad 'docente'), y los iré presentando aquí (lo de 'colgando' tampoco me suena muy bien) ante la pública opinión y a la consideración de mis colegas y de cuantas personas estén interesadas en este negocio. Si algunos de estos interesados quiere aprovechar este espacio para expresar sus valoraciones sobre estos materiales o sobre las problemáticas que en ellos se expresan no encontrará ningún impedimento por mi parte, siempre que se cuiden las normas más elementales de la cortesía.


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revisado en noviembre de 2012
(solamente el contenido del paréntesis con este mismo color, y la referencia más exacta a Aristóteles)
Una última observación: No encontraréis ni encontrarán Uds. en las páginas de esta bitácora quejas contra la administración como si ésta fuera una entidad metafísica y culpable de todos los males que sufrimos y de las deficiencias que padecemos los docentes y los discentes. Lo cierto es que me resulta especialmente impropio que los profesores de la enseñanza pública nos quejemos de esa ‘administración’ como si ésta fuera un ente ajeno, cuando somos nosotros, uno a uno y en distintas fórmulas de integración (equipos directivos, departamentos didácticos, órganos colegiados, equipos técnicos … y, en última y primera instancia profesores en activo), parte integrante de esa ‘administración’ a la que tantas veces invocamos con tonos melodramáticos. Lo que procede, según mi parecer, es la crítica constructiva, la denuncia serena pero contundente y clara de lo nos parezca que está mal; la formulación expresa de las quejas y las reivindicaciones por las vías adecuadas; la búsqueda de otras opciones (ésta puede ser una de ellas: argumentar con la intención de corregir y superar este estado no óptimo y manifiestamente mejorable de cosas); la denuncia del papel pasivo y de correa de transmisión de tanta dejadez e incompetencia que están desempeñando los sindicatos y, nolentem volumus, el mantenimiento de una decencia profesional ante los beneficiarios de este servicio que prestamos; de una decencia profesional que garantice un servicio de calidad partiendo ‘del cuero que tenemos’ como dicen que dijo Aristóteles (Nicomáquea, I-1101a) a propósito del 'buen zapatero': aquel que hace los mejores zapatos con el cuero que le den: Estaría muy bien que tuviéramos unas dotaciones más generosas, más medios humanos y técnicos, unas autoridades más competentes, un nivel salarial más digno y acorde con nuestro rango administrativo (y mucho mejor aún que, siendo nuestro salario escaso, al menos no nos agredieran en nuestra dignidad congelándolo año tras año, bajándolo y eliminando 'extras' ordinarios, como recientemente han hecho nuestros pésimos administradores con la justificación obscena de que "no hay más remedio": SÍ que hay otros 'remedios', pero hay que empezar teniendo vergüenza, capital escaso entre los politicuchos que nos gobiernan), etc.
       Hay que presionar por conseguir todo eso, y es legítimo hacerlo así. Pero no me vale descuidar la decencia profesional cara a los alumnos y entonar de vez en cuando que la culpa de todo la tiene la administración. Ni la administración ni ninguna otra entidad igualmente metafísica e inverosímil tiene la culpa, por ejemplo, de que cuando haya oposiciones convocadas, como ocurrió el pasado curso, haya profesores que no den clase y se dediquen a prepararse para el examen en vez de impartir su asignatura, cambiando silencio en clase por aprobados generales. Eso no es decente. Nadie que haga tal cosa está legitimado después para hablar de los renuncios de ‘la administración’. Como tampoco es decente, en mi opinión, el complejo de postulados morales y conviccions políticas que sostienen ese Plan de Mejora de Calidad y de los Rendimientos Escolares a los que se han suscrito ya un número de Centros, a pesar de que en el susodicho Plan, que por efectos perversos de la semántica ha pasado a llamarse Ley de Incentivos, se ha previsto la segregación de Centros —unos están y otros no, por efecto de las condiciones impuestas por la administración para acogerse al mismo— y el pago de unos dineros a cambio de conseguir unas estadísticas que expresen ‘la reducción del fracaso escolar’; verdadera obsesión, por lo que se ve, de nuestras autoridades educacionales. Ya se sabe: la educación ya no es un Servicio, sino una Inversión… y las inversiones se justifican por los rendimientos.


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Así están las cosas. Vamos a ver si hacemos por cambiarlas. Yo, modestamente y de momento, estoy manteniendo este blog.