enseñar para qué


ENSEÑAR PARA QUÉ
Desde que los griegos de los siglos V y IV aC activaran su paideia (su educación para los que han de ser ciudadanos), y seguramente desde antes y en otros lugares a los que nuestra ciencia de la Historia no ha llegado, ha resultado socialmente conveniente que los que saben más, porque han acumulado más experiencias y han tenido más tiempo para reflexionar sobre ellas, se sitúen frente (o entre: mayéutica) los que tienen menos conocimientos, y hagan por poner a disposición de la sociedad tales conocimientos basados en esas experiencias y reflexiones. Eso ha sido y es enseñanza, educación, pedagogía, magisterio, docencia... Es una técnica (tekné), no es una ciencia (episteme). No va buscando la comprensión tanto como la acción y el aprovechamiento de unos recursos, en este caso los recursos y los capitales humanos. Hay desde entonces, desde los antiguos griegos, un debate sobre la justificación de aquella paideia: Enseñar, educar, impartir docencia... para qué. Responder de una forma o de otra define la pedagogía de la que se trate en cada caso. El que lleva este blog, profesor en activo de Secundaria, tiene el convencimiento de que lo suyo (lo mío) es enseñar para no resignarnos a este estado de cosas que nos anonada como personas humanas que somos. No es la razón la que gobierna el mundo. Y la enseñanza debería allanar el camino para que esto acabara sucediendo algún día en alguna parte, empezando, tal vez, por el mundo que nos pille más cerca.

domingo, 8 de marzo de 2009

SOBRE EL PLAN DE MEJORA Y CALIDAD, Y SU INCONTESTABLE PARCIALIDAD


... antes de que el Plan de Mejora y Calidad de los Rendimientos Educativos se presentara a los Centros de enseñanza en Andalucía escribí este texto que aún puede encontrarse en distintos foros que se mantienen en la Red en oposición al mantenimiento del Plan.

Estando las cosas como están resultaría relativamente fácil jugar a la equidistancia y montar una reflexión cuyo tenor se situara entre el rechazo al Plan de Mejora y Calidad para los Centros de Enseñanza no universitaria (PMC), expresado desde diversas fuentes incluida la de la convocatoria de huelga para el día 21 de mayo (2008), y otras posiciones más o menos oficialistas, como la de CC OO, que expresan el convencimiento de que este Plan propuesto por la CEJA a sus centros dependientes es interesante, beneficioso, no sectario y, sobre todo, que va a suponer un aumento de la calidad y una evolución positiva en los rendimientos del trabajo docente. No es éste, empero, mi propósito. Mi propósito no es otro que el de ofrecer a los interesados materialmente en este debate (porque el debate existe, a pesar de que la intención de la Orden que promueve el PMC no era crearlo) unos referentes que pretendo objetivos y, si se me reconoce, profesionales y un tanto experimentados (llevo en este negocio desde el 81/82).
No pretendo, pues, rectificarle la plana a nadie. Las cosas están como están. Y al final —cuando esto acabe como tenga que acabar— estas mismas cosas persistirán en su ser y su estar: instituciones y sectores oficialistas, incluidos los sindicatos corresponsables de la propuesta, haciendo cómo si no comprendieran los motivos que a muchos profesionales de la enseñanza (la mayoría, seguramente) les ha llevado a decir que no a la propuesta, y los diversos sectores de los que proviene el No-Gracias hablando de agresiones a la dignidad del profesorado, de la perversión que supone achacar el fracaso educativo a los profesores y a su mal supuesto escaso interés por mejorar los rendimientos, de la inconsistencia que supone pensar que cuando se produzcan determinadas evoluciones en unos índices prefijados por la CEJA eso signifique una mejora real de la calidad educativa y de las ‘buenas prácticas docentes’, de la inconveniencia y hasta del carácter potencialmente insultante que tiene la inclusión en el Plan de una serie de variables o indicadores a tener en cuenta, como aquellas que expresarán en los protocolos de seguimiento del Plan ‘el grado de satisfacción de los alumnos y de las familias’ con el servicio, y otras afirmaciones más o menos afines, todas igualmente respetables a pesar de su manifiesta inconformidad con el Plan.

Así que, habiendo anunciado ya que mi propósito no es éste, me voy a limitar en esta reflexión a ensayar una relación no exhaustiva de consecuentes que, ponendo ponens, se seguirían de la afirmación del antecedente que paso a establecer: que el Plan de Mejora y Calidad no sea retirado por las autoridades educativas que lo concibieron y lo presentaron a los Centros después de una serie de ajustes y correcciones que supusieron en su momento retrasos en su presentación oficial (retrasos estos que ya fueron advertidos como una mala señal por algunos medios a los que no se les prestó demasiada atención).

1º.- Consecuencia: Si el Plan no se retira los mapas escolares de las provincias de la Comunidad se tintarán de dos colores, uno para los centros o los distritos escolares que han dicho sí a la propuesta de la CEJA, y otro para los que han dicho que no.
2º.- Los tantos por cientos que expresen esa bipolaridad expresarán también un grado de aceptación o de rechazo de los centros, de sus gestores y de sus principales agentes, los profesores, a algo más que a un Plan de Mejora y Calidad: expresarán su rechazo y su desacuerdo con el diagnóstico de un malestar que les afecta directamente (el malestar docente). Y, por añadidura, significarán también el rechazo de uno de los remedios más resolutivos ofrecidos por las autoridades para neutralizarlo: el de la percepción de incentivos económicos como contrapartida por conseguir lo que es percibido muy extendidamente no como unas medidas instrumentales eficaces para conseguir unas mejoras reales o materiales en la práctica docente, sino como un ardid tecnocratoide para forzar unas variaciones en unos indicadores estadísticos (los que expresan el fracaso del sistema en términos de tantos por ciento de alumnos que no aprueban las asignaturas, que no promocionan, que no coinciden en su nivel por edad, que no continúan sus estudios, que faltan a clase, que no ‘aprueban’ las pruebas de diagnóstico, que no asisten a las actividades extaescolares, que plantean problemas disciplinarios ….).
El hecho de que estos indicadores hayan sido preestablecidos como significativos por las mismas autoridades educativas en el contexto en el que lo han hecho —hay que leerse el Plan y sus anexos para entender esto— está teniendo otro efecto no buscado pero patente: está cuestionando la competencia de estas mismas autoridades, al menos en el terreno de la diagnosis de este malestar y del fracaso (relativo) del sistema, precisamente por haber ideado y propuesto este PMC rechazado por una parte importante de sus subordinados orgánicos (los que le han dicho No-Gracias al PMC: más de la mitad de la totalidad de los Centros, elevándose a más de un 70 por ciento en el caso de los centros de secundaria según los datos recabados por el sindicato opositor al PMC USTEA).
3º.- Otro consecuente inmediato y también bastante irrefutable de la no retirada de este PMC sería que la 'oferta educativa' de la CEJA a las familias va a ser diversa, aunque esta vez esa diversidad sea más bien indeseable: los padres o tutores legales de los alumnos, después de formalizar sus peticiones de plaza, serán remitidos a Centros que, o bien han manifestado su compromiso para procurar unas mejoras o bien han manifestado su no disposición para conseguirlas. Lo cual es claramente discriminatorio e, incluso, iría en contra del principio constitucional de igualdad de oportunidades, que es universal. A mi, como padre de un alumno en edad de estar obligatoriamente escolarizado, la verdad es que no me haría mucha gracia saber que los gestores y educadores del Centro al que tengo que enviar a mi hijo o tutorando no están por mejorar los rendimientos ni por conseguir una mejora en la calidad del servicio. ¿Tienen prevista las autoridades educativas la posibilidad de desviar las peticiones de matrícula de un Centro —los que no se han comprometido con mejorar— hacia los otros? Espero que no. Aunque no hay una solución buena para esta problemática, que se dará fatalmente como consecuente de la no retirada de este PMC.
4º.- La cuarta consecuencia que preveo como inevitable es que una vez proclamado el no compromiso de un Centro para incluirse en el programa correspondiente —el que se sigue de la aceptación del Plan— los profesores que ya estaban trabajando por conseguir mejoras reales, y que de hecho estaban implicados en planes de actuación que apuntaban en este sentido (unos oficiales o de la CEJA, y otros particulares establecidos desde el mismo Centro) estarán literal y fatalmente desincentivados, ya que han dicho que no a cobrar unos incentivos para seguir haciendo lo que ya hacían: procurar la mejora del servicio. Así pues, a partir de la aprobación de este Plan nos encontraremos —ya nos encontramos de hecho— con profesores que se esfuerzan por conseguir mejoras, aunque ahora oficialmente desincentivados. Lo cual es verdaderamente incalificable (en realidad es calificable, pero no lo vamos a hacer, por aquello de guardar las formas).
5º.- Otro efecto esquizoide del mantenimiento del Plan se dará o se está dando a notar en los medios internos de los centros creando desavenencias y desafecciones que antes no existían (porque no tenían por qué existir: no había lugar). Así, por ejemplo, en los Centros en los que no se han alcanzado los 2/3 necesarios para ser incluidos por las autoridades como centros adscritos al PMC pero cuya mayoría simple dijo que sí al mismo los profesores que se han significado en los órganos colegiados o en las conversaciones entre colegas como opuestos a aceptar el PMC son ahora tildados por sus compañeros como responsables de la 'mala situación' que se seguirá de esta no aceptación: ratios insufribles, escasas dotaciones, ausencia de profesores y personal de apoyo, y, sobre todo, la desincentivación económica del profesorado (unos siete mil euros menos, al cabo de tres años, que tampoco es moco de pava teniendo en cuenta los bajos niveles retributivos y la pérdida de poder adquisitivo que venimos padeciendo en este sector desde que Suárez dejó de gobernar).
6º.- Otro efecto bastante irremediable —considerando esta vez el caso de los Centros que han aceptado el PMC— será el que se seguirá de que la valoración de la calidad del trabajo de un profesor dependerá de una calificación que sobre el mismo haga un compañero suyo, el director del Centro. Y, en una posterior instancia, de la valoración que de las valoraciones del director haga el inspector de zona. Sobre esta minicadena de valoraciones subjetivas del trabajo de los profes planea la sombra de una Comisión de Evaluación, que suponemos Alta y que, a pesar de su altura, no sustrae tal juego de evaluaciones del defecto de parcialidad e interioridad: nos evaluamos a nosotros mismos desde las altas posiciones de una Comisión en la que se situarán personas de ‘reconocida competencia en materia de evaluación’ hasta las bajuras de unos centros de enseñanza en los que situados están —estamos— los que de nuestra competencia en materia de evaluación no se sigue el ascenso a ninguna Alta comisión.

Ninguno de estos seis consecuentes me parecen que expresen un avance en lo que respecta a la mejora de los rendimientos o en la calidad de los Centros de Enseñanza de nuestra Comunidad. Mas bien me parece lo contrario: cundirá de desincentivación de profesionales que ya han dado en términos generales mucho más que lo que se les paga, y que seguramente seguirán dándolo, cundirá la parcialidad y el sectarismo en los medios académicos, se producirá un enrarecimiento de los ambientes de trabajo, se les pondrá a los padres y tutores legales en una difícil e indeseable situación a la hora de elegir o de conformarse con los Centros designados por las autoridades educativas, y sobrecargaremos de tareas burocráticas a profesionales que no andan precisamente sobrados de tiempo ante las dificultades propias de sus cometidos académicos, ya bastante sobrecargados de protocolos y papeles diversos –anexos y más anexos…— en los que se pretende dar cumplida cuenta de los programas de interculturalidad, compensatoria, transversalidad, espacio de paz, bilingüismo, aulas TIC…

¿Pero es que de la aprobación de este PMC no se seguirá ninguna consecuencia positiva? Podrá preguntarse a esta altura el lector que hasta el momento me haya acompañado. Mi respuesta es sufridamente negativa (sufridamente porque los efectos negativos de la potencial ineficiencia del Plan he de sufrirlos como docente que soy). Creo que hay una equivocación de fondo en el diagnóstico del malestar o de los malestares que lastran nuestro sistema. Sistema que a la postre no se va a manifestar por sí mismo como mejor ni como peor que otros sistemas alternativos: son determinadas prácticas las que fallan, y puede que no todas haya que buscarlas en las bajuras del sistema, esto es, en los departamentos didácticos y en los profesores que los integran. Puede que algunas fallas haya que intentar buscarlas un poco más arriba (un poco más arriba de los cuadros y equipos que se integran en los Centros).

Y esta respuesta mía es también sufridamente negativa por la siguiente razón: no puede ser positiva una solución que es parcial pero que remite a la mejora de un servicio que es, o debe ser, universal. Ni siquiera en el caso en el que se haya previsto que, al final, la medida será buena para todos. No puedo calificar como buena ni como eficiente unas medidas que intentan corregir defectos parcialmente por un lado (los que vayan queriendo acogerse) y que remitan a un horizonte solamente probable por el otro (a lo mejor mañana quieren más). No, porque ya está asumido previamente –por su parcialidad e inconclusión— que no será una solución integral ni definitiva. Tampoco puedo dar como positiva una propuesta de cuya aceptación se seguirá que haya profesores que a pesar de estar ya empeñados personal y colegialmente en la consecución de la excelencia en el desempeño de sus funciones a partir de esta Orden-Plan se vean desincentivados. Esto no está nada, pero que nada bien.

Este Plan, en mi opinión, debe ser retirado cuanto antes. Dicho sea esto con todos los respetos y sin ánimo de cuestionar la legalidad —aunque sí la idoneidad— de los mecanismos que pueden explicar que en los despachos de la Consejería abunden técnicos y asesores que no han visto una tiza desde que Tejero entró en el Congreso pegando tiros o, tal vez, desde antes (o tal vez no la hayan visto más que de lejos en todas sus carreras ‘docentes’). ¿Que ha pasado ya el tiempo de la tiza? No sé, no sé. Yo la sigo gastando a diario. Y muy contento que estoy de tener más que ver con las pizarras y los desvencijados muebles que gasto en mi trabajo de modesto profe de secundaria que con los impecables despachos áulicos y los pasillos que dan a ellos. Cada uno en su sitio. Que sigan, pues, las autoridades haciendo lo posible por crear unas condiciones en las que pueda mejorarse el trabajo social que hacemos los profesores en los centros de enseñanza. Pero que la próxima vez lo hagan pensando en las posibilidades y las expectativas de todos y no solamente en las de aquellos que muestren conformidad con unas propuestas incontestablemente parciales: O todos o ninguno/ o todos o nada / uno solo no puede salvarse...

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